En El fin de la paciencia, un ensayo sobre policía climática editado por Anagrama, Xan López (Vigo, 43 años) afirma que vivimos “un nudo temporal endiablado”: por un lado, un bloqueo general provocado por lo que considera una crisis de los partidos de masas y, por otro, la cuenta atrás para intentar evitar lo peor del calentamiento del planeta. “La mayor amenaza en uno de nuestros momentos de mayor debilidad política”, sintetiza. Aún así, este analista y activista climático sí cree que hay esperanza. Para escapar del atolladero, López se distancia de algunos planteamientos habituales de la izquierda y del ecologismo. En su lugar, defiende soltar lastres teóricos y optar por “un utopismo brutalmente pragmático”. Pregunta. ¿Por qué discrepa del enfoque de la izquierda que busca resolver la crisis climática actuando sobre el capitalismo?Respuesta. La política de izquierda más dura suele tomar el cambio climático como una cosa más que añadir a la estantería de problemas y conflictos que genera el capitalismo. No se suele percibir la novedad radical que supone esta crisis climática para la política y para la especie humana. Se considera que la única solución a todos los males que sufrimos es la abolición del capitalismo o la mayor abolición posible del modo de producción capitalista. Pero esto no se hace cargo, por ejemplo, de la urgencia temporal y de las transformaciones enormes que exige la crisis climática. En cinco o seis años ya deberíamos reducir a la mitad las emisiones mundiales de gases de efecto de invernadero y en 2050 se debería alcanzar la neutralidad climática. En estos plazos, no es realista esperar a la abolición del capitalismo para superar la crisis climática. Creo que hay que intervenir en el capitalismo necesariamente tal y como existe, y empezar a hacer transformaciones gigantescas en el capitalismo como es ahora. P. ¿Pero el capitalismo no es inocuo?R. Es problemática la idea de que el capitalismo, en abstracto, es responsable de la crisis climática, pues las victorias de los partidos políticos de masas han forzado a realizar concesiones y a mejorar la calidad de vida de miles de millones de personas a través de los combustibles fósiles y la producción y el consumo de mercancías de todo tipo. Para la izquierda ahí surge un problema que es que queremos abolir las causas de algo sin abolir sus consecuencias y en esa neurosis a veces nos bloqueamos a la hora de pensar cómo intervenir en esta crisis climática.P. ¿Por qué cuestiona los estudios que afirman que solo 100 empresas son responsables del 71% de las emisiones causantes del cambio climático?R. Cuestiono la lectura que se hace de ellos, por la forma en que se calculan esas emisiones. Como aclara el estudio más conocido del Carbon Disclosure Project en su primera página, la medición se realiza considerando distintos “alcances”: el 1 son las emisiones generadas directamente por las empresas en el proceso de extracción y producción de los combustibles fósiles, pero el alcance 3, la gran mayoría, son las que emiten los coches y las industrias que usan esos combustibles fósiles. En realidad, lo que está diciendo este estudio es que hay un grupo muy pequeño de empresas que producen la inmensa mayoría del combustible fósil en el planeta, pero que luego estos son utilizados en muchísimos países de formas muy diversas por personas, por empresas y por organizaciones de todo tipo. Es un error pensar que con intervenir en esas cien empresas ya estaría resuelto el problema. De hecho, casi la mitad de estas compañías son petroleras estatales, ya están nacionalizadas.P. Considera que tampoco se puede descargar la culpa en los ricos porque esos también somos todos nosotros.R. El 70% de las emisiones provienen del 20% de las personas más ricas del mundo, pero en los países occidentales esos somos prácticamente todos. Ese 20% son 1.600 millones de personas, lo que incluye a la inmensa mayoría de población que vive en los países occidentales. Este es un problema político muy complicado porque realmente tenemos que transformar nuestras propias sociedades y nuestra propia forma de vida.P. También cuestiona el enfoque habitual del activismo climático que busca convencer a las masas a través de las alertas científicas.R. Sí ha servido para que la crisis climática sea percibida por todo el mundo como un problema real, pero a la hora de solucionarlo se queda corto, no es suficiente, creo que hace falta una fuerza política muy organizada y muy ambiciosa. Es fácil ponerse en esta posición de árbitro de los defectos de los demás, en realidad, yo lo hago como autocrítica.P. Para superar el momento de bloqueo, propone ser muy pragmáticos, aunque esto suponga tener que experimentar. ¿Puede explicar esto?Xan López, en el parque del Retiro, en Madrid.SAMUEL SÁNCHEZR. Para conseguir resultados ahora mismo tenemos que asumir la posición de debilidad política de la que partimos y abrirnos a la experimentación política, aprovechar las crisis que surjan para dar los pasos que sean posibles. Nunca van a ser todos los pasos que queramos, ni vamos a conseguir todas las transformaciones que queramos y habrá que aliarse con personas o intereses que algunas veces van a generar fricciones. Pero debemos hacerlo porque es imperativo avanzar lo más rápido posible en el menor tiempo y dando la mayor cantidad de pasos que se pueda.P. ¿Puede poner un ejemplo?R. Uno de los ejemplos centrales son las energías renovables. En los últimos años, son las que están realmente empezando a reducir las emisiones, todavía no de forma global, pero sí a escala regional o nacional en muchos sitios. Debemos seguir apostando por ellas, evidentemente, con la mayor justicia social posible en su implantación, no podemos sumarnos al retardismo de los que piden moratorias y cosas así. P. Pero esto supone obviar determinados impactos provocados por las renovables.R. No es tanto obviarlos como ponerlos en perspectiva. Los efectos del cambio climático van a ser infinitamente más devastadores que el impacto que puedan tener la implantación de las energías renovables, aunque sean macroproyectos. A veces este debate se desvirtúa un poco, porque se toma de forma muy aislada y no hablamos de las sequías cada vez mayores que vamos a sufrir, de la intensidad de las olas de calor, de la pérdida de cosechas, de las enfermedades tropicales que van a venir… Al mismo tiempo, efectivamente, hay situaciones en las que no es aceptable la forma en la que se implantan estas energías renovables. Los poderes públicos tienen que hacer más por asegurarse de que se hace de forma correcta, respetando ciertos entornos naturales, con la colaboración y consentimiento de las personas que viven allí y, sobre todo, asegurándose que parte de los beneficios revierten en esos lugares.P. ¿Se considera un tecnooptimista? R. A veces la crítica al tecnooptimismo se confunde con pensar que la tecnología no tiene ningún beneficio. Para mí, las energías renovables son un gran aliado en la lucha contra la crisis climática. Hay que aprovechar este momento, pues que China haya hecho este despliegue de política industrial renovable y que los países occidentales estén razonablemente dispuestos a hacer la transición energética es un resultado muy inesperado de una conjunción de crisis económicas y políticas mundiales.P. ¿Por qué atribuye este momento de bloqueo a la crisis de los partidos de masas?R. Siempre hace falta una cantidad de fuerza enorme para conseguir resultados progresistas a nivel histórico, porque siempre hay unas resistencias gigantescas, como estamos viendo también ahora. Los partidos de masas permitían que una cantidad enorme de personas trabajasen de forma más o menos coordinada y sistemática, y con gran motivación y esfuerzo, por unos fines concretos. Creo que eso ya no existe.P. Dice que la temporalidad geológica ocurra a velocidad histórica. R. Esto es muy difícil de interiorizar en el día a día, pero es así. La inmensa mayoría de las personas que han existido, desde el primer Homo sapiens, ha vivido en unas condiciones climáticas que ya no son las nuestras.P. ¿Cómo puede ayudar la política a salir de este atolladero si está en crisis?R. En realidad, el libro también es una reivindicación de la militancia política. En un momento en que está muy denostada, en el que lo normal es relacionarse desde el cinismo y en el que existe un descreimiento general por pensar que los políticos solo vienen a robar y engañar, de alguna forma el libro también es una carta de amor a la militancia política y a la importancia de involucrarse en la mejora de la sociedad.

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