No hay más que darse una vuelta rápida por las redes sociales para comprobar que la moda del ayuno de dopamina, popularizada hace unos años, sigue plenamente vigente. La idea de fondo busca algo así como reducir la dependencia que hay a la satisfacción instantánea y la sobreestimulación para alcanzar claridad mental, rebajar la ansiedad y abrazar el disfrute de la vida cotidiana. Y para ello, se recurre a programas de supuesta desintoxicación que abarcan una amplísima gama de conductas: desde reivindicar hábitos saludables, como no abusar de las pantallas o hacer deporte, hasta opciones más extremas de desconexión, como dietas estrictas o aislamiento total, lejos de cualquier estímulo o contacto social. Pero, ¿qué hay de ciencia —y de cierto— en esas prácticas? Aunque algunas de las conductas que se proponen son positivas (comer sano, ejercicio físico…), los científicos llevan tiempo alertando de que estas modas confunden y tergiversan conceptos complejos y avisan: no se puede ayunar de una sustancia química natural y necesaria para nuestro cerebro.La bola viral que suscitó el término “ayuno de dopamina”, acuñado por el psicólogo Cameron Sepah en 2019, propició un inmenso malentendido que todavía perdura hoy. El propio Sepah intentó en su momento contextualizar su reflexión: “No estamos ayunando de dopamina en sí, sino de conductas impulsivas reforzadas por ella”. Pero la calle ha evolucionado el concepto por libre, llevándolo a situaciones absurdas, como vídeos de influencers en redes recomendando no usar tanto las redes. E, incluso, a circunstancias peligrosas para la salud. Una investigación reciente ha ahondado en el papel de la dopamina en el cerebro y ha concluido que estas prácticas son estrategias “simplistas” para combatir la sobreestimulación de la sociedad. Los expertos consultados destacan también que es imposible saber cómo y cuánto fluctúan nuestras cotas de dopamina en el cerebro y, en cualquier caso, ni se puede ni se debe bajar a cero los niveles de una sustancia química con funciones esenciales para la vida, recuerdan.Más informaciónLas neuronas se comunican unas con otras a través de neurotransmisores, como la dopamina (entre otros). Hubo un tiempo en el que la comunidad científica creía que la dopamina era el neurotransmisor del placer, cuenta el investigador Ignacio Morgado. Pero no es así exactamente, según explica este catedrático emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona: “Descubrimos que la liberación de dopamina no señala el placer, sino la posibilidad de conseguirlo. Es el neurotransmisor de la motivación por conseguir algo que te gusta”. Esta hormona participa en el sistema de recompensa, motivación, aprendizaje y placer de nuestro cuerpo. Sepah presentó el ayuno dopaminérgico como “un antídoto a la sobreestimulación” de nuestra era e identificaba seis categorías de comportamientos impulsivos comúnmente problemáticos y propensos a la adicción: comer emocionalmente, internet, el juego de azar y las compras, la pornografía y la masturbación, la búsqueda constante de emociones y novedad, y las drogas. Pero no planteaba, ni mucho menos, abstenerse de todo ello de forma radical. Sin embargo, la deriva de este concepto ha llevado a adoptar, en algunas ocasiones, versiones extremas del ayuno dopaminérgico, hasta el punto de no comer, no escuchar música, no socializar o no hablar. Precisamente, todo conductas que pueden derivar en graves problemas de salud física y mental. La propuesta original tenía poco que ver con el ayuno y con la dopamina, explica el médico Peter Grinspoon en un artículo publicado por la Universidad de Harvard: “Lo que Sepah pretendía con su ayuno de dopamina era un método, basado en la terapia cognitivo conductual, mediante el cual podemos estar menos dominados por los estímulos dañinos —los mensajes, las notificaciones, los pitidos, los timbres— que acompañan la vida en una sociedad moderna y centrada en la tecnología. En lugar de responder automáticamente a estas señales que inducen la recompensa, las cuales nos proporcionan una carga inmediata, pero efímera, deberíamos permitir que nuestro cerebro descanse y se reactive de este bombardeo potencialmente adictivo”. Grinspoon señala que debemos darnos espacio para sentirnos solos o aburridos, o para encontrar placer en actividades más sencillas para recuperar el control y evitar conductas compulsivas que interfieran en nuestra felicidad. Rebajar el comportamiento impulsivoEl propio Sepah puntualizó que solo proponía evitar comportamientos que a uno le resultasen problemáticos. Y que ni mucho menos defendía dejar de hablar, de hacer ejercicio o de socializar, más bien lo contrario. Pero lo que ha cuajado es una amalgama de interpretaciones a gusto del influencer o espectador.Pablo Villoslada, jefe de Neurología del Hospital del Mar de Barcelona, admite que el nivel de hiperestimulación en la sociedad ha aumentado, “pero el cerebro es capaz de lidiar con eso”. Al menos, a corto plazo, agrega. Y recuerda que, biológicamente, “sería terrible eliminar la dopamina”. “La falta de dopamina se ve en la enfermedad de Parkinson: se mueren las neuronas que producen este neurotransmisor y todos esos sistemas [relacionados con ella] dejan de funcionar como toca”, advierte. Las conductas extremas, como el aislamiento total, tampoco son beneficiosas, explica: “Uno de los principales factores de riesgo del alzhéimer es el aislamiento social”.Morgado, por su parte, señala que tampoco se puede controlar todo lo que sucede en el cerebro. “Uno no libera neurotransmisores a voluntad. Sabemos que hay circunstancias, como todo lo novedoso, que nos producen motivación y placer. Si las redes nos enganchan es porque nos dan novedad continuamente y eso dispara la dopamina. Pero no solo pasa con esto: la capacidad de liberar dopamina varía constantemente. El cerebro es un órgano interactivo y está regulado por señales que le llegan del exterior, pero no puedes controlarlo al 100%”. El neurocientífico destaca, además, que ni siquiera se sabe con certeza todo lo que la dopamina es capaz de provocar en el cerebro.Uno no libera neurotransmisores a placer. Al cerebro no puedes controlarlo al 100%”Ignacio Morgado, catedrático emérito de Psicobiología en la Universidad Autónoma de BarcelonaUn estudio reciente publicado en la revista Current Biology ha ahondado en la complejidad de esta chispa de la motivación y en cómo opera en el cerebro y ha descubierto que las señales de este neurotransmisor en diferentes partes del cerebro suben y bajan siguiendo patrones complejos a medida que los animales aprenden a evitar el peligro. “La dopamina es una molécula importante para el movimiento y la toma de decisiones cotidianas, por lo que la desintoxicación probablemente sería más perjudicial que beneficiosa. La abstinencia de ciertos comportamientos o sustancias no elimina la dopamina del cerebro”, expone Gabriela López, autora del artículo e investigadora en la Universidad Northwestern. La científica argumenta que “si bien adoptar algunas estrategias conductuales como las descritas como parte de una desintoxicación puede ser beneficioso, la dopamina es en realidad importante para ayudar a adoptar y seguir nuevos patrones saludables”. Y vuelve a su estudio para ejemplificarlo: “Demostramos que la liberación de dopamina en una zona cerebral (la capa ventromedial del núcleo accumbens) puede incluso aumentar a medida que aprendemos las señales que nos indican que debemos huir de algo peligroso. ¡No querrás deshacerte de esta señal!”. Morgado critica que se instrumentalicen conceptos de neurociencia para buscar remedio a situaciones o conductas complejas. “Estoy harto de decirle a la gente que nadie sabe cuánta adrenalina tiene en el cuerpo. Y con la dopamina pasa igual: uno no sabe lo que tiene. Se está abusando del término ‘neuro’ haciéndote creer que si sabes más del cerebro, serás capaz de controlar la conducta”, protesta.Ante la sobreestimulación social, que es el problema de fondo al que buscaba solución el detox dopaminérgico, Villoslada apela al “sentido común”. “Se trata de bajar el nivel de hiperestimulación. En redes, por ejemplo, es tomar conciencia de la situación y de que tenemos que ser nosotros los que tengamos el control. Se trata de volver a un ritmo de vida más lento y recuperar lo importante para el ser humano, que es volver a relacionarse. Aislarse es malísimo; estar hiperconectado, también. Hay que buscar un término medio”, asegura. Y un aviso último de Morgado, a propósito del uso —y abuso— de términos neurocientíficos a discreción: “La neurociencia no es el bálsamo de Fierabrás”.

Ayuno de dopamina: ni se puede ni se debe bajar a cero la chispa de la motivación | Salud y bienestar
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