Con un hilo de voz, los ojos cansados de llorar y visibles cicatrices en el cuello, Cassandra ha hablado hoy por primera vez. Víctima y superviviente de Miguel Cortés, el feminicida de Iztacalco, la mujer ha estado un año recuperándose de las secuelas físicas de su pelea cuerpo a cuerpo con él, un hombre alto y de 90 kilos. La pelea se produjo cuando Cassandra descubrió a Cortés, justo hace ahora un año, en su casa, atacando a su hija, María José. La pequeña, de 17 años, murió.Hasta el domingo, Cassandra estaba sumida además en el proceso legal para obtener justicia por el caso de María José. Pero ese día todo cambió. Detenido poco después de atacarlas a ambas, acusado del asesinato de otras siete mujeres, Cortés fallecía el fin de semana, tras una caída en su celda en prisión mientras dormía, intoxicado, según ha informado EL PAÍS. En su primera comparecencia pública, Cassandra ha relatado cómo fue el día del ataque y como la muerte del químico no le da ninguna tranquilidad. “Yo se lo puse en las manos a las autoridades y ni siquiera llegó a juicio. No obtuvimos nada. Esto no es justicia”, subraya.Para recordar el aniversario del asesinato de María José, su familia ha celebrado este miércoles una misa en el panteón español de Ciudad de México. Todos llevaban patitos en broches en la ropa, un guiño al apodo de la adolescente. Cassandra, visiblemente afectada y sostenida por su hermana y por su otra hija, Fernanda, ha recordado cómo hace un año volvió a casa y encontró a un intruso en la habitación de su hija. “Ella estaba semidesnuda sobre su cama, inconsciente. Él estaba sobre ella. Le grité que qué le había hecho, y se abalanzó sobre mí”, narra.Miguel Cortés, químico de profesión y sospechoso de haber matado a al menos siete mujeres, era su vecino. Su apartamento estaba unos pisos más arriba y nunca había llamado la atención de la familia. “Era solitario, callado, nunca se le veía con nadie. Jamás sospechamos, pero luego descubrimos que llevaba tiempo obsesionado con mi hija”, dice Cassandra. La chapa de la entrada de su casa estaba algo suelta, y la familia cree que Cortés aprovechó un día para entrar, tomar las llaves, que vio colgando en el recibidor, y hacer una copia. Por eso, el 16 de abril de 2024, cuando la madre de María José salió a hacer unas compras, él consiguió entrar sin hacer ruido cuando la niña se alistaba para ir a clase en su habitación.Cassandra volvió a tiempo para sorprender a Cortés abusando de su hija en la cama. Él se fue hacia ella cuchillo en mano. “De todas las veces que me apuñaló no me caí ninguna, hasta que me empezó a asfixiar y perdí el conocimiento por un momento”, recuerda de la pelea. Las heridas en su cuello y espalda llenaron el departamento de sangre. Cuando llegó la policía, alertada por los vecinos, que escuchaban el escándalo desde la calle, ella se sujetaba un trapo contra las heridas y les señaló por dónde había huido Cortes escaleras arriba, hacia su departamento.Manifestación afuera del edificio donde vivía Miguel Cortés, el 26 de abril de 2024.Nayeli CruzLa madre de María José estuvo ingresada en el hospital en estado muy crítico. Los médicos le decían a su familia que tenía 50% de posibilidades de sobrevivir por la gravedad de las puñaladas. El homicidio de su hija y la tentativa de feminicidio contra Cassandra fueron los primeros cargos de los que se acusó formalmente a Cortés, antes de empezar a investigarle por los huesos y carnets de identidad de otras siete mujeres desaparecidas que encontraron en su casa. Durante los últimos doce meses, Cassandra ha pasado por varios quirófanos y operaciones para recuperar su salud, ha necesitado terapia psicológica para aliviar el trauma y vive con las pesadillas que le recuerdan el ataque por las noches. Llevaba un año esperando el juicio cuando la noticia de la extraña muerte de Miguel Cortés en su celda la sorprendió en televisión el pasado domingo.Apenas unos días antes, el jueves, su otra hija, Fernanda, recibió una llamada de un número desconocido. Cortés consiguió hacerse con su contacto y le marcó desde una caseta telefónica dentro de prisión. “Al principio, me dijo que estaba triste por lo que había hecho, que no podía creerse que ya hubiese pasado un año y que no hubiese sentencia”, detalla Fernanda entre lágrimas. Ella, cargada de rabia, le grito por teléfono que era un asesino, y describe que el químico soltó una carcajada del otro lado de la línea. Entonces, cambió de tono. “Me respondió que sí, que sería un asesino, pero que no se arrepentía de nada de lo que le había hecho a mi hermana y a las otras mujeres”, añade. Al colgar, a Fernanda le invadió el miedo de que el detenido hubiera conseguido su contacto, de que la estuviera monitoreando o alguien le estuviera ayudando desde fuera de la cárcel.La familia de Cassandra se mantuvo alejada de la prensa y en silencio por petición de la Fiscalía. Sin embargo, ahora que Cortés ha muerto y el juicio no pudo celebrarse porque seguía demorado, ha señalado la omisión de las autoridades en la custodia de Cortés en prisión. “Tuvo que haber tenido los medios y recursos para acceder a una llamada y el número de mi hija. Tenía privilegios cuando estaba en aislamiento. Nos brinca mucho cómo murió, hay algo detrás de la muerte de Miguel Cortés”, expresa indignada. Su equipo legal se prepara para que el caso quede sobreseído en los tribunales por la muerte del único detenido, pero adelantan que llevarán al Estado a un juicio civil administrativo por omisión. Cuando murió María José, se descubrió que Cortés figuraba en tres carpetas de investigación desde 2012 como testigo o sospechoso en la desaparición de otras mujeres y nadie unió los puntos para detenerle a tiempo.

Cassandra, superviviente de Miguel Cortés, el presunto feminicida serial de Iztacalco: “Estaba obsesionado con mi hija”
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