Las causas de la muerte de Miguel Cortés, acusado de homicidio y feminicidio en grado de tentativa, investigado por el asesinato en serie de al menos siete mujeres en la última década, empiezan a esclarecerse. El preso se cayó durmiendo en su celda el pasado domingo, tuvo una contusión y acabó muriendo en el Hospital General de Iztapalapa. En primera instancia, se determinó que el detenido murió por una “intoxicación que derivó en fallo cardiaco”, según información preliminar sobre el caso, a la que ha tenido acceso EL PAÍS.Cortés contaba además con “vigilancia con custodio de vista”, esto es, que un policía estaba presuntamente pendiente de él todo el tiempo. Fue este custodio quien, en la madrugada del domingo, dio supuestamente la voz de alarma a las autoridades del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, donde Cortés vivía desde su detención, hace justo un año, por el presunto asesinato de una de sus víctimas, María José, de 17 años. Tras su caída, los vigilantes habrían llevado a Cortés los servicios médicos del penal, para luego trasladarlo al hospital. El reo estaba bajo “tratamiento de medicamento controlado”, supervisado por el Servicio Médico del reclusorio.Cortés tenía una vida en la cárcel marcada por el aislamiento y la vigilancia especial. Vivía en un área restringida con apenas una decena de otros reclusos y estaba supervisado por funcionarios de prisión. El día de su fallecimiento tenía prevista una audiencia para vincularle con dos casos de sus víctimas, pero faltó a la cita por encontrarse en el hospital. La policía detalla que Cortés sufrió una “caída ocurrida en las primeras horas del día mientras dormía”. Su custodio le canalizó con el servicio médico para que le atendieran por la contusión. Varias horas después, a las 14:58, falleció en el Hospital General de Iztapalapa. La causa probable de la muerte está descrita en el documento como “intoxicación que derivó en fallo cardiaco”.Cortés también estaba bajo tratamiento con “medicamento controlado supervisado por el Servicio Médico del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente”. La abogada de sus dos últimas víctimas, la adolescente María José y su madre Cassandra, fue a verle a prisión en varias ocasiones y relata que el preso estaba tranquilo, que no parecía agresivo y que se dirigía a ella con educación. “Tengo mis dudas sobre si podría agredir porque cuando están en reclusión se desesperan. Al final del día es un asesino”, incide Erendali Trujillo en entrevista con este periódico. Sin embargo, el perfil psicológico que elaboró con un equipo de peritos de Cortés le retrataba como una persona peligrosa para la sociedad y para los otros encarcelados en el Reclusorio con él. “Estaba aislado de la población común de internos en el área de ingresos, una zona restringida donde no convive con otros compañeros”, describe, y añade que no despertaba simpatía entre sus compañeros allí dentro que le calificaban de “soberbio”.

El presunto feminicida de Iztacalco murió de una “intoxicación” después de una caída en prisión “mientras dormía”
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