Red Bull vive absolutamente entregada a Max Verstappen, heredero de la poltrona que en su día dejó Sebastian Vettel, cuatro coronas consecutivas como él, antes de que el alemán decidiera cambiar de aires para irse a Ferrari (2015), en una aventura que duró seis años y que no cumplió con las proyecciones hechas por las dos partes. Y desde hace un par de temporadas, el holandés tiene en vilo al equipo energético. Primero por las turbulencias que zarandearon a toda la estructura el curso pasado, con la denuncia sobre Christian Horner, el director, como punta del iceberg; y en este ejercicio que acaba de comenzar por la flojera de un coche que ya no está tan afilado como el que más, habrá que ver si por el portazo de Adrian Newey, o por cuestiones más estructurales. Red Bull, al igual que el resto del paddock, se ha convencido de que McLaren no es solo el equipo de moda, sino también la referencia según indican las pantallas de tiempo. Y así se ha dado cuenta la escudería de Milton Keynes (Gran Bretaña) que ya no le basta con Verstappen para fijar su mirilla en el título. Ni en el de pilotos, ni tampoco en el de constructores.Más informaciónEn Suzuka, donde este domingo (7.00, Dazn) se celebra la tercera parada del calendario, Red Bull volvió a dejar claro que ya no circula en su zona de confort, al ejecutar una de esas maniobras que tanto gustan a los guionistas de Drive to Survive, la serie que ha hecho reventar la popularidad del campeonato; y que tan mal cae en la parrilla, Verstappen incluido. Con solo dos pruebas de margen, los ejecutivos del búfalo rojo denigraron a Liam Lawson a correr con Racing Bulls, su segunda formación, mientras que Yuki Tsunoda siguió el camino contrario. La agresividad de la operación, que ya empieza a ser habitual en la única compañía que cuenta con dos talleres, todavía deja más dudas después de la cronometrada en Suzuka, en la que Lawson (13º) superó a Tsunoda (14º), por más que ninguno de ellos pudo meterse en la tercera eliminatoria (Q3). La pole que Mad Max se inventó este sábado en Japón no hace más que reforzar su figura, a la vez que deja claro que el problema no es de los pilotos, sino del monoplaza. Carlos Sainz, penalizado con tres posiciones por dificultar el paso al Ferrari de Lewis Hamilton, arrancará el 15º y Fernando Alonso, el 12º.Verstappen, en el medio, rodeado de Lando Norris y Oscar Piastri, los dos pilotos de McLaren.Issei Kato (REUTERS)Con este juego de sillas, Red Bull ha logrado algo difícil de conseguir: poner en problemas a los dos corredores, especialmente al japonés, que saldrá por detrás de su compañero por primera vez delante de su hinchada. Tsunoda se ha subido a un tren en marcha. Un tren que no va del todo derecho como Verstappen se ha cansado de repetir desde el estreno del Mundial, en Australia. Para este descomunal reto, el nipón se ha sumergido en el simulador, aunque su toma de contacto con la versión real del RB21 no tiene nada que ver con el videojuego. En el primer ensayo libre, Tsunoda finalizó el sexto, a solo una décima del tetracampeón. En el segundo, en cambio, se despeñó hasta la 18ª plaza, dos segundos más lento que su vecino de taller (octavo), aunque las cuatro neutralizaciones que se acumularon invitan a coger la tabla con pinzas. En el entrenamiento previo a la cronometrada, Tsunoda terminó el noveno, antes del jarrón de agua fría que le colocaría en la octava fila con vistas al domingo.“Solo tengo que ganar más confianza. El RB21 es un poco diferente al simulador; eso es lo que noté. Hay mucho trabajo por hacer”, concedió Tsunoda, a quien la exhibición de Verstappen pone todavía bajo más presión. La de este sábado, por otra parte, es la cuarta pole consecutiva del muchacho de Hasselt en Suzuka, y la primera que se adjudica desde la que rubricó el año pasado, en Austria. Desde entonces han pasado diez meses, en los que el bólido energético ha experimentado un frenado que solo el mejor piloto del momento ha sido capaz de relativizar.

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