Los países representados en la Organización Mundial de la Salud (OMS) han aprobado por unanimidad un plan de preparación contra las pandemias. Es un acuerdo importante en un momento en que el multilateralismo afronta una grave crisis por las políticas que intenta imponer el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para quien la OMS y la ONU son los máximos exponentes de un sistema obsoleto e ineficaz que espera sustituir por acuerdos bilaterales donde él mismo lleve la batuta. El tratado de la OMS nace así lastrado por el abandono financiero y el rechazo político de EE UU, hasta ahora su principal contribuyente, pero aun así es un buen acuerdo, dadas las circunstancias.El objetivo principal es reducir las desigualdades entre países en el acceso a las vacunas, los fármacos y los diagnósticos. La experiencia de la covid ha sido determinante: reveló la velocidad a la que puede avanzar la ciencia cuando se apuesta por ella, pero también la manifiesta falta de equidad con que sus beneficios se distribuyen entre quienes más los necesitan. El personal médico de los países pobres no pudo vacunarse hasta que el último ciudadano occidental había recibido todas las dosis necesarias y algunas más que no lo eran tanto.Esto no solo es injusto, sino también erróneo epidemiológicamente, puesto que los médicos sin vacunar propagan el virus por la población a la que atienden. Millones de personas murieron sin acceso a las vacunas mientras algunos países las dejaban caducar. Si las pandemias no tienen fronteras, la medicina tampoco debe tenerlas. La equidad y la coordinación internacional, claves del acuerdo de la OMS, son una necesidad científica.Los países que detecten un virus con potencial pandémico deberán compartir la secuencia genética del agente, y en compensación por esa transparencia recibirán gratis el 10% de los fármacos que demanden y otro 10% a precio reducido. Otros puntos quieren evitar el colapso en la distribución internacional de productos sanitarios esenciales, como mascarillas, respiradores y sistemas PCR para las pruebas genéticas. Los países que financien la investigación con dinero público deberán compartir la tecnología que resulte de ello, facilitar las licencias y garantizar unos precios asequibles. Por desgracia, el tratado no contempla las medidas y sanciones necesarias para obligar a los países miembros a cumplir con lo pactado. Todo dependerá de la buena voluntad de los gobiernos, que en caso de pandemia tiende a brillar por su ausencia.El rechazo de Trump al multilateralismo está haciendo mucho daño a la salud global, y su elección de un antivacunas para dirigir el departamento de Sanidad augura tiempos oscuros. La OMS es más necesaria que nunca. Las ineficiencias del sistema de cooperación global pueden y deben mejorarse, pero desmantelarlo no es la vía para hacerlo. El plan de la OMS sí está en el camino correcto.

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